TEMA 2 AL-ÁNDALUS Y SUS PRINCIPALES ETAPAS
La conquista musulmana de la península
Cuando los musulmanes se afianzan en el norte de África tras arrebatársela a los bizantinos, el gobernador de dicha provincia, Muza,
sondea en busca de nuevas conquistas. Al otro lado del estrecho, existe
otro reino, del que desconoce su fuerza, así que envía a un tal Tarif,
al mando de un pequeño destacamento de 1000 hombres, en busca de botín,
y para conocer el nivel de resistencia de los habitantes del lugar, en
el año 710. La gran
cantidad de riquezas recaudadas y la facilidad de la empresa animan a
Muza a mandar una expedición mucho mayor, se cree que de unos 10.000
hombres, al mando de su liberto Tarik.
Cuando el rey Rodrigo,
estando en campaña contra los vascones, que se habían vuelto a rebelar,
recibe la noticia de una inquietante invasión en toda regla por el sur,
se dirige inmediatamente con sus tropas hacia ese lugar. No solamente
su ejército se encontraba extenuado del esfuerzo, sino que también hay
que recordar que, aparte de guerreros propios, estaba
compuesto de mesnadas, es decir, por los contingentes de soldados que
pertenecían a sus vasallos, y por tanto, no necesariamente leales al
rey. De hecho, conocemos por las fuentes textuales árabes que los
familiares de Witiza se retiran del combate, junto con sus tropas, en la
batalla de Guadalete (711), quedando así sellada su traición. Nunca se supo qué ocurrió al rey Rodrigo.
Tarik
persigue a los restos del ejército visigodo que se refugian en Écija y
pasa a cuchillo a su población. Con esta acción, quiere facilitar la
conquista de otros lugares, como ocurrirá con Córdoba, que se rinde.
Mientras
tanto, Muza, celoso del gran éxito de Tarik, y ambicionando botín,
reúne más efectivos bereberes (norteafricanos) y se dirige a la
península. Serán sus tropas quienes conquisten Sevilla y sellen la capitulación de Mérida. Ambos generales se reúnen en la capital del reino, Toledo,
que no lucha, pues les es abierta por el hermano de Witiza, y continúan
hacia el norte, hasta el 714 en el que marchan a oriente (donde serán
juzgados por el califa).
Gran parte de la península se rinde o pacta con los musulmanes, no ofrece resistencia
para defender la autoridad visigoda. El mejor ejemplo lo vemos cuando
Abd al Aziz, el hijo de Muza, nuevo gobernador de África, sella un pacto
con el conde visigodo Teodomiro, el llamado Pacto de Tudmir,
en el que los musulmanes obtienen la obediencia de las 7 ciudades donde
éste gobierna, en la zona entre Murcia, Albacete y Alicante, a cambio
de respetar su vida, propiedades, y religión “ya que se ha sometido sin
lucha”.
Por su parte, el conde Casio de Zaragoza se somete, pasando sus sucesores (Banu Cassim) a gobernar este territorio durante toda la dominación musulmana; y Cataluña se somete, controlada por los hijos de Witiza.
Por su parte, el conde Casio de Zaragoza se somete, pasando sus sucesores (Banu Cassim) a gobernar este territorio durante toda la dominación musulmana; y Cataluña se somete, controlada por los hijos de Witiza.
Otro aspecto que hay que resaltar es la organización del territorio conquistado.
Una razón por la que la población hispanogoda no se resiste, es porque
los musulmanes son tolerantes con otras religiones monoteístas, la
hebrea y la cristiana, mientras paguen un impuesto por ello. Además, las
élites sociales, para seguir en su posición privilegiada, aceptan a los
nuevos dominadores y les apoyarán, siendo los primeros en islamizarse.
Los cristianos convertidos al Islam recibirán el nombre de muladíes.
Existen 3 diferentes teorías sobre la invasión musulmana:
- Una
visión, heredera de la medieval cristiana, es la que relaciona la
llegada de los musulmanes a los enormes “pecados” y a las
“profanaciones” del rey Rodrigo, que llevan a la perdición del reino. Es
la que se transmite a través del romancero, y por tanto, son
tradiciones, cuentos, no algo histórico ni creíble, sólo son historias
para entretener que no conocen la realidad.
- Otra
teoría, es la que relaciona la llegada de los musulmanes con la
petición de ayuda de parte de los hijos de Witiza. Las fuentes escritas
por autores islámicos confirman este contacto, pero también tenemos que
tener en cuenta que también la península estaba en su siguiente punto de
mira en su expansión tras la conquista del norte de África.
- La
última, más reciente, no se preocupa tanto de las causas de su llegada,
sino de la ruta. Cada día más autores la comparten, y consiste en
identificar la Región de Murcia como el lugar de desembarco de los
musulmanes, y sitúa la batalla de Guadalete junto al río Guadalentín o
Sangonera, en dicha provincia.
El Emirato Dependiente de Damasco o waliato (711-756)
El
periodo comprendido entre la batalla de Guadalete y la entronización de
Abderramán I en Córdoba se conoce en la historia de Al-Ándalus como
emirato o waliato, ya que el dirigente de la España musulmana recibirá
el título de emir, amir o walí, o sea, gobernador de una provincia del imperio musulmán, que tenía su capital en Damasco durante la época de los califas omeyas.
Esta fase se caracteriza por la conquista musulmana de la península,
como hemos explicado. En años posteriores, se asegura la presencia
islámica en lugares más remotos, siendo frenados en la cornisa
cantábrica en el 722 en la batalla de Covadonga.
Los
intentos de los emires cordobeses de proseguir sus conquistas por el
sur de Francia tendrán éxito inicialmente, hasta que Carlos Martel
(abuelo de Carlomagno) logrará derrotar de forma definitiva a los
musulmanes en el corazón de su reino, en la batalla de Poitiers (732).
A partir de entonces, se replegarán al otro lado de los Pirineos, donde
de vez en cuando practicarán expediciones de saqueo o razzias, hasta
que Carlomagno decida crear una “Marca Hispánica”.
También hay que destacar la revuelta de los bereberes en el año 740, de tal importancia, que tiene que ser sofocada con un envío desde oriente de un ejército de sirios (que se quedan en Al-Ándalus). Las causas son el desigual reparto de las tierras
arrebatadas a los hispanogodos derrotados por las armas, ya que la
costa mediterránea y los valles de los ríos, con sus fértiles vegas, son
entregadas a gente de origen árabe, incluso a los que no participan en la conquista y llegan después, mientras que a los bereberes,
originarios del norte de África se les entregan las tierras más pobres y
agrestes, como la meseta, Galicia, las zonas montañosas y la peligrosa
zona fronteriza con esos pequeños núcleos de resistencia cristianos que
se están formando en el norte de la península. La principal consecuencia
de dicha revuelta será el abandono de las tierras más allá del Duero,
que denominamos “tierra de nadie”.
El Emirato Independiente (756-929)
En el año 750 hay un cambio de dinastía en los califas del imperio musulmán. Los abasidas asesinan a la familia real omeya
al completo reunida en un banquete en Damasco, en una conjura urdida
por todos los enemigos de dicho régimen, que discriminaba a los nuevos
musulmanes a favor de las familias de origen árabe, que ocupaban los
altos cargos y recibían las mejores tierras.
El joven príncipe Abd-al-Rahman o Abderramán consigue escapar
de la masacre y huye, temiendo su captura, hasta el otro extremo del
Mediterráneo, a Al-Ándalus. Allí ha conseguido, a través de un liberto
suyo, el apoyo de poderosas familias pro-omeyas, que, esperando ser
recompensados, le ayudan a derrotar al emir impuesto por los abasidas.
Tomará el nombre de Abderramán I, y se declara política y militarmente independiente
de sus enemigos los califas abasidas, pasando, por tanto, de ser electo
el cargo de emir a ser hereditario en la familia omeya. Sin embargo, el
liderazgo religioso se sigue manteniendo en los califas que ahora
residen en Bagdad. A esta independencia de la península ayuda que haya
otros levantamientos en el imperio musulmán que impidan que los abasidas
recuperen el control de Al-Ándalus.
La
constitución de un estado independiente concede a los emires todos los
poderes excepto el religioso, y la transmisión por herencia concede
cierta estabilidad en el trono, pero a pesar de ello, el emirato independiente es un periodo con muchos problemas.
Quizá el principal sean las luchas de las diferentes tribus instaladas en Al-Ándalus, que se toman la justicia por su mano y combaten entre ellas, por encima de la autoridad cordobesa. Sobre todo destacan las revueltas de los bereberes,
que son el único asunto que genera unión entre las tribus de origen
árabe, frente al desigual reparto de las tierras peninsulares. Esta
situación continúa porque los omeyas siguen favoreciendo a estos
últimos.
También hay un creciente descontento por la discriminación
que se plantea entre los musulmanes llegados de fuera y los andalusíes,
que a pesar de convertirse al Islam, deben seguir pagando el impuesto
que sólo tenían que pagar los judíos y cristianos por mantener su
religión. Esto sucede porque los emires ven decrecer enormemente sus
ingresos por la paulatina conversión de la población conquistada a la
religión de los vencedores, sin embargo, estos muladíes
(cristianos convertidos al Islam) llegarán a recurrir incluso al
alzamiento armado contra las autoridades emirales. El más sonado será el
acaudillado por Omar ibn Hafsún, que gobernará sobre amplias zonas de la serranía de Ronda, y continuarán sus hijos.
Bobastro, la "ciudad oculta" de ibn Hafsún |
También son importantes la rebelión de la gente humilde en la llamada jornada del foso de Toledo,
que se saldará con miles de víctimas, o el llamado motín del arrabal (o
barrio externo donde vive la gente más pobre) en la capital, en Córdoba.
Un fenómeno curioso será en el s. IX la oleada de martirios voluntarios
a los que se entregarán los miembros de algunas importantes familias
mozárabes (cristianos que viven en territorio musulmán) incitados por
los obispos cristianos para denunciar la cada vez menor tolerancia hacia
las manifestaciones de su fe.
Desligados
de esta iniciativa, hay algunas revueltas contra los impuestos por
parte de los mozárabes, que llegan incluso a aliarse con ibn Hafsún.
La falta de una autoridad efectiva de los emires cordobeses será aún mayor en las regiones más alejadas de la capital, las provincias fronterizas o marcas, las de Badajoz, Toledo y Zaragoza, donde las principales familias son las que realmente gobiernan en una práctica independencia.
Por su parte, el reino de Asturias está repoblando tierras al otro lado de la cordillera cantábrica, llegando a consolidar su presencia en el Duero, como se puede deducir del que situaran su nueva capital en León (910).
Los sucesivos emires omeyas no podrán solucionar estos enormes problemas hasta que llegue en el 912 al trono Abderramán III. Consciente de que el mayor problema son las continuas rebeliones de los bereberes,
decide emplearlos masivamente en el ejército como mercenarios, ya que
todos esta inestabilidad se va a solucionar no con concesiones, sino por
la fuerza. Pero para mantener un gran ejército hace falta tener
abundantes ingresos, los cuales se podían obtener de devolver bajo control cordobés a todas las regiones rebeldes.
Así conseguirá mediante el envío de tropas, la obediencia de las marcas
fronterizas, haciendo cumplir su ley. También obtendrá grandes
beneficios de lanzar contra los cristianos del norte campañas victoriosas que no buscan la conquista de esos territorios, son razzias
en busca de botín, que llenan las arcas cordobesas y mantienen a los
bereberes bajo el mando del emir. Asimismo, acaba con las demás
rebeliones internas y llega a intervenir en el norte de África tomando
Melilla, Tánger y Ceuta para frenar la influencia de los fatimíes en el
Magreb.
Tras unificar y potenciar el poder musulmán de la península, Abderramán III decidirá erigirse en el año 929 también él como califa,
ostentando así también la autoridad religiosa en Al-Ándalus. Nada
podrán hacer los califas de Bagdad ni los del recién creado califato
fatimí.
Califato de Córdoba (929-1031)
Con la proclamación como califa de Abderramán III comienza el periodo más floreciente en todos los ámbitos de la historia de la España musulmana.
Sobre todo, hay que destacar la labor como mecenas que realizará su hijo Al-Hakam II (961-976), gran protector de las artes y las ciencias.
Atrajo a Al-Ándalus a los más importantes intelectuales de todos los
ámbitos (matemáticas, astronomía, poesía, medicina, …), creando la
biblioteca más importante de su época y convirtiendo a Córdoba en la
capital cultural del mundo.
Medina Azahara fue la residencia de los califas cordobeses |
A
la península llegaban mercaderes de todo el mundo y la moneda califal
(dinar de oro y dirham de plata) se convirtió en la divisa más
importante.
A la muerte de Al-Hakam II, subía al trono su hijo Hixem II, menor de edad, asumiendo la regencia el ambicioso hachib (primer ministro o visir) Almanzor (Al-Mansur,
el grande). Éste sólo pudo mantener la estabilidad política con una
agresiva política exterior consistente en el empleo masivo de bereberes
en sucesivas campañas contra los reinos cristianos del norte. Nunca se
pretendió su conquista y ocupación, sino su sometimiento al pago de parias (pesados tributos a cambio de la paz) o la obtención de botín.
De hecho, saqueó las principales ciudades cristianas, como Barcelona,
Oviedo, León o Compostela, donde visitó la tumba del apóstol y capturó
las campanas para elaborar lámparas en la mezquita de Córdoba (a donde
fueron llevadas a hombros de los muchos prisioneros cristianos que
hizo), que él mismo amplió.
Ampliación de la mezquita de Córdoba realizada por Almanzor |
Su
muerte (1002) en una de sus numerosas campañas conllevó a la
desestabilización del régimen. Las tropas bereberes saqueaban aldeas sin
control ninguno y los califas se sucedían rápidamente en una serie de
conjuras y asesinatos. La anarquía se hizo tan evidente que incluso el
palacio real de Medina Azahara fue saqueado y expoliado. Finalmente, un
grupo de aristócratas cordobeses decidió en 1031 la disolución del califato como institución, sustituyéndolo por una serie de gobiernos autónomos en cada región, los llamados reinos de Taifas.
La época de los primeros Reinos de Taifas
Nada más disolverse el Califato, se constituyeron una serie de reinos por todo el territorio musulmán, cuyo número es muy variable, ya que muchos luchaban entre ellos. Hay de varios tipos, según el origen de sus familias gobernantes: árabes, muladíes, bereberes o eslavos (sí, musulmanes de origen eslavo). Las más importantes por su poder y extensión fueron las de Zaragoza, Toledo, Badajoz y Sevilla,
que a menudo anexionaron otras más pequeñas, como las de Granada,
Almería, Tortosa, Denia, Córdoba, Valencia, Albarracín, etc.
Al dividirse Al-Ándalus en diversas unidades políticas, eran un enemigo dividido ante los constantes ataques conquistadores cristianos,
y por tanto, débil, ya que también luchan entre ellas. Ello se
traducirá en un aumento constante de los impuestos para los campesinos
(y por tanto, un empobrecimiento de los mismos), bien para las guerras o
para el pago de parias a cambio de paz.
Historia de la taifa de Toledo
Ante la crisis y debilidad del Califato cordobés a partir del 1031, el visir toledano de origen bereber Ismail al-Zafir proclamó la independencia del Reino Taifa de Toledo, el más extenso de todos los andalusíes (casi toda la meseta sur, los valles medios del Tajo y el Guadiana), dejando la corona a su hijo Yahya al-Mamún
(1043-1075). Éste, ante el ataque de su rival, el rey taifa de
Zaragoza, se granjeó el apoyo y la protección de los castellanos
(Fernando I), por el pago de parias
o tributos, y afianzó su poder haciéndose con el valle del Henares y
las tierras alcarreñas hasta Medinaceli y Molina; contuvo a las tropas
del reino taifa de Badajoz en Talavera y desde tierras de Cuenca se
anexionó el reino taifa de Valencia. La pujanza de Toledo como foco
económico, científico y cultural fue entonces extraordinaria, hasta el
punto de albergar temporalmente al exiliado Alfonso de León en su
conflicto con su hermano Sancho de Castilla, contrayendo con Toledo una
deuda de no agresión y ayuda mutua. La fortuna militar de al-Mamún le
llevaría incluso a la toma de la misma ciudad de Córdoba en 1075, pero
murió asesinado poco después.
Su nieto y sucesor Yahya al-Qádir,
con la oposición de la propia población toledana agobiada por los
tributos, no consiguió hacerse con el reino y fue depuesto por el rey de
Badajoz; aunque el ya rey de Castilla y León Alfonso VI consiguió
devolverlo a su trono (1081). Pero incapaz de mantenerse en él, y ante
los ataques y razzias de zaragozanos, valencianos, aragoneses y, por
supuesto, castellanos, se pactó un intercambio: Castilla ocuparía Toledo
mientras que al-Qádir sería entronizado en Valencia. Después de un
laborioso asedio, y con ayuda y apoyo interior, el 25 de mayo de 1085 Alfonso VI conseguiría entrar en Toledo,
en lo que ya entonces se presintió aún con muchas incidencias
posteriores como el principio del fin de la España musulmana, que
empezaba a deshilacharse por el centro.
La toma de Toledo causó una profunda consternación en los musulmanes hispanos que ante el miedo a los cristianos pidieron ayuda a sus correligionarios del norte de África: los almorávides, que pasaron el estrecho en 1086, derrotando a los cristianos en varias batallas, y controlaron Al-Ándalus de 1095 a 1146.
El dominio almorávide
Los
almorávides eran bereberes que forjaron un estado basado en una versión
más rigorista y radical del Islam, extendiéndose desde su núcleo
originario en el Sahara hasta el estrecho de Gibraltar. Acudieron en
ayuda de los andalusíes y derrotaron a Alfonso VI de Castilla y León en Sagrajas
(1086), poniendo a continuación asedio a Toledo, pero no la pudieron
tomar. Poco a poco, los almorávides consiguieron hacerse con el control
de las distintas taifas, unificando de nuevo la España musulmana, aunque
fuera anexionándola a su Imperio.
La cadena de éxitos continuó con nuevas victorias en nuestras tierras, en Consuegra (1097) y Uclés
(1108), y esto favoreció su dominio sobre Al-Ándalus, hasta que varios
factores fueron socavándolo. Su ayuda militar permitió relajar esa
enorme presión fiscal que suponía el pago de parias y frenó a los
cristianos, pero por un lado, eran vistos como dominadores extranjeros y
no hablaban el mismo idioma que los andalusíes, y también acabaron con
la tolerancia hacia los mozárabes
(cristianos en territorio musulmán) y judíos peninsulares, acabando con
la secular (que dura siglos) convivencia entre dichas culturas (de
hecho, Alfonso I el Batallador dirigió una expedición por Andalucía para
atraer mozárabes descontentos para repoblar tierras del norte).
Así,
cuando las victorias militares almorávides dejaron paso a las primeras
derrotas, los propios andalusíes se rebelaron contra ellos (1144-5) y
los expulsaron, formándose los llamados segundos reinos de Taifas.
El dominio almohade
Las
segundas Taifas tuvieron una vida efímera (breve) ya que los nuevos
dominadores del norte de África, los almohades, se hicieron con el
control de Al-Ándalus de 1145 a 1160. Éstos sí supusieron una amenaza
mayor para los cristianos, que sufrieron una durísima derrota en Alarcos
(1195), resultando asediado y destruido el castillo de Calatrava la
Vieja (C. Real). Reconquistaron tierras a los cristianos en La Mancha y
también todo el Reino formado por el Cid en Valencia.
Los
reinos cristianos unieron sus fuerzas para atajar este enemigo común,
logrando Alfonso VI de Castilla derrotar a las fuerzas combinadas de
almohades y andalusíes en la mayor batalla de la Edad Media española, la
Batalla de las Navas de Tolosa (1212), en las mismas puertas de Andalucía, junto a Despeñaperros.
Las consecuencias
de esta derrota fueron importantísimas: el principio del fin del
dominio almohade, la pérdida del valle del Guadalquivir en poco más de
30 años y la formación del reino nazarí de Granada.
El Reino nazarí de Granada
- Su origen:
La
creación del reino nazarí de Granada viene determinada por la batalla
de las Navas de Tolosa en primer lugar, y el inicio de la conquista del
valle del Guadalquivir. El iniciador de la dinastía nazarí que da nombre
a este reino será el gobernador de Arjona (norte de Jaén) el famoso
Alhamar que, aunque fue expulsado de sus tierras, consiguió hacerse
reconocer rey de Granada y también de Murcia, que sin embargo pronto
perdió. Al aglutinar bajo su poder gran parte de las tierras islámicas
de la Andalucía oriental, constituyó un poder unido frente a los
cristianos. Asimismo, consiguió consolidarlo declarándose vasallo de los
castellanos (1246), jurando fidelidad a Fernando III el Santo, lo cual
salvó su reino pero también le obligó a acudir con su señor a la guerra
contra sus correligionarios, por ejemplo, en el asedio de Sevilla.
- Factores que ayudaron a su larga pervivencia:
1) Su vasallaje inicial a Castilla, que ya hemos citado, ayuda a su consolidación.
2) El pago de parias
a cambio de paz. Sin embargo, como hemos visto, se traducía en
agobiantes impuestos sobre la población que hacían inestables los
gobiernos de los monarcas granadinos.
3) La orografía
del terreno donde se asienta el reino ayudará enormemente a su defensa
frente a Castilla en las épocas de guerra. La frontera variará muy poco
en dos siglos, exceptuando la zona de Cádiz, porque está muy bien
defendida por una red de fortalezas y atalayas de vigía en zonas muy
escarpadas que hacían muy costosa su conquista, que normalmente tenía lugar tras un largo asedio.
4) La debilidad interna de Castilla
que se manifiesta tras el reinado de Fernando III (a partir de sus
sucesores Alfonso X el Sabio y Sancho IV), debida a las luchas entre la
monarquía y la nobleza por cuestiones sucesorias, luchas en el s.XIV
entre los campesinos y los señores, la Peste Negra, etc.
5) La importante densidad demográfica
del reino granadino, a la cual acudía en masa la población musulmana
tras la conquista de sus tierras por los castellanos, sobre todo tras la
expulsión de los mudéjares (musulmanes que viven en tierras cristianas,
llamados luego en el XVI moriscos) andaluces tras su revuelta del 1264.
Esto significaría un mayor número de tierras en explotación, mayores
ingresos, más hombres para la guerra, etc.
- Historia del reino de Granada:
La época de mayor apogeo del reino será en el s. XIV, cuando se van a construir las salas más importantes de la Alhambra,
la alcazaba de Almería, etc. La economía se basaba en su rica
agricultura, el pastoreo en las zonas montañosas y el activo comercio
con Génova y el norte de África. De hecho, durante un tiempo, los
granadinos se apoyaron en los benimerines, nuevos dominadores del norte
de África tras los almohades, logrando avances frente a los cristianos,
pero desde mediados del XIV, perderán definitivamente el estrecho y con
ello toda ayuda externa. Desde entonces se inicia el declive nazarí.
- La guerra de Granada:
El patio de los Leones del palacio de la Alhambra |
Dos factores inciden en el fin de la última posesión musulmana en la península:
1) La consolidación de la monarquía
frente a la nobleza, tras el matrimonio de Isabel de Castilla y
Fernando de Aragón, sometiendo los Reyes Católicos a aquellos que no les
apoyan.
2) Los problemas internos en Granada: la guerra civil entre Boabdil y su tío Zagal.
A
partir del 1483 la primera fase de la guerra consistirá en el
sometimiento de la parte occidental del reino, concluida con la costosa
toma de Málaga al asalto. A continuación, el siguiente teatro de
operaciones será la zona oriental, aislando Granada del puerto vital de
Almería. La rendición de Boabdil será el 2 de enero de 1492.
Tenéis un eje cronológico que quizá os ayude en esta página:
http://www.dipity.com/blancasdv/Edad-Media-de-Espa-a/
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http://www.dipity.com/blancasdv/Edad-Media-de-Espa-a/
El
legado andalusí
La dilatada presencia islámica en la
península ibérica ha dejado su huella en nuestra cultura:
-en la lengua:
muchísimas palabras de origen árabe han pasado al castellano. Destaca también
el gran número de topónimos de ciudades y lugares cuyo nombre deriva del que le
dieron los musulmanes (muy abundantes en el sur y Levante).
-en la agricultura
y la gastronomía: los árabes
trajeron a Al-Ándalus sus valiosos conocimientos en técnicas de regadío y aprovechamiento del agua,
como el uso de acequias y norias. Asimismo, trajeron cultivos provenientes de oriente, como el arroz, frutales como el
naranjo y el limonero, hortalizas como la calabaza o la alcachofa, que
sirvieron para tener una dieta mucho más sana y variada en el sur que en
territorio cristiano. Ambos aspectos nos diferencian de otros países de Europa.
-en el arte:
los musulmanes utilizaban frecuentemente materiales como el azulejo
(alicatado), que a diferencia de otros países europeos, en España se emplea
tradicionalmente. El empleo de techumbres de madera (artesonado) y la
decoración islámica se fundieron con las técnicas cristianas formando un arte
híbrido, el mudéjar, que sólo existe
en nuestro país.
Patio de los naranjos de la Mezquita de Córdoba |
Una joya del arte mudéjar: el Alcázar o palacio real de Sevilla |
-en el urbanismo:
las ciudades musulmanas, de calles estrechas y desordenadas, con sus zocos y
los arrabales exteriores a las murallas,… todavía existen en los barrios
antiguos de muchísimos núcleos urbanos de España, así como la forma de
construir las casas.
-en el pensamiento:
forman parte de la herencia cultural española los grandes filósofos cordobeses Maimónides y Averroes.
El Albaicín, el barrio de más sabor islámico de Granada, visto desde la Alhambra |
-en la cultura
material: los musulmanes trajeron de China las técnicas de fabricación de
la seda, cuya tradición perdura en
Valencia y el papel. El trabajo de
las pieles o la plata tiene gran
arraigo aún en Córdoba.
-en el patrimonio
cultural: señas indispensables de la rica historia de nuestro país son la mezquita de Córdoba, el palacio de
Medina Azahara, la Giralda y la torre del Oro, la Alhambra de Granada, etc. que hoy son además grandes reclamos
turísticos.
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