Romanización es
el proceso por el que los pueblos mediterráneos integrados en el Estado
romano adoptaron las formas de vida y la mentalidad de sus
conquistadores, transformando su idioma, sus costumbres, su
organización, su economía y su cultura. Fue un proceso muy complejo, que
afectó con desigual profundidad a las diferentes regiones que fueron
convertidas en provincias romanas.
Hispania es el nombre que dieron los romanos a la península ibérica. Podemos decir que la cristianización de la Hispania Romana consiste en la expansión de la religión cristiana en dicha provincia.
Ambos procesos fueron lentos y desiguales en intensidad, depende de las zonas.
LA CONQUISTA ROMANA DE HISPANIA
La romanización comenzará a través de la ocupación del territorio hispano que se inicia en el contexto de las Guerras Púnicas entre Roma y Cartago.
Las
potencias más importantes del Mediterráneo Occidental son en esta época
Roma y Cartago. Roma, una ciudad-estado de la península itálica, logra
hacerse con el control de la misma, mientras que Cartago, colonia
fundada por los fenicios en el norte de África, cerca de la actual
Túnez, tenía un intenso contacto comercial con los territorios cercanos,
sobre todo con la península ibérica, donde abundaban los metales. La
expansión de ambas acaba en un irremediable conflicto.
Situación previa a la Primera Guerra Púnica
Tras
la Primera Guerra Púnica, en la que Cartago pierde sus posesiones en
Cerdeña y Sicilia, una facción del senado encabezado por la familia
Barca opta por una política agresiva en la península ibérica
para compensar dichas pérdidas territoriales. Se pasaría así, de
comerciar con los nativos a dominarlos y así controlar dichos recursos,
principalmente las minas.
Desde mediados del s.III a.C. tenemos en la península a Amílcar, Asdrúbal y Aníbal Barca, cuya política hacia los hispanos variará, incluyendo pactos matrimoniales, alianzas, o la conquista militar. Los pueblos ibéricos, divididos entre sí y en permanente lucha,
no rechazan al extranjero, sino que se apoyan en él para vencer a sus
enemigos vecinos. Pero al cabo de un tiempo no quedará más remedio que
someterse a los cartagineses. En un puerto natural y junto a unas minas
de plata fundarán Qart Hadasht, Cartagena, llamada por los romanos Cartago Nova, que será su principal centro de poder en la península.
Para evitar posibles conflictos, Roma y Cartago firman un pacto, el Tratado del Ebro
(226 a.C.), en el que Cartago se compromete a no extender su área de
influencia más allá de dicho río, y Roma respetará sus conquistas.
Aníbal
será más agresivo que sus antecesores y optará por el sometimiento por
la fuerza de los hispanos que no acepten la autoridad de Cartago. Así
ocurre con la ciudad de Sagunto, que pide ayuda al Senado romano
ante el asedio cartaginés. Roma, pese al pacto firmado, decide poner
fin a la peligrosa resurrección cartaginesa interviniendo militarmente. Da inicio así la Segunda Guerra Púnica.
Aníbal
se lanza a la península itálica con su ejército (incluyendo sus
elefantes) cruzando los Alpes para eludir la vigilancia romana, y
consigue enormes victorias sobre ejércitos muy superiores, pero a su
vez, Roma envía un ejército por mar hacia Massalia (Marsella), ciudad fundada por los griegos aliada de Roma, y de allí a su colonia Emporion (Ampurias), en Cataluña. Con el desembarco romano en Emporion (218 a.C.) comienza la historia de la Hispania romana.
Los
romanos encuentran aliados entre los hispanos descontentos con el
dominio cartaginés, que no dudan en apoyarlos para expulsarlos de sus
territorios, pero pronto se demostrará Roma no estaba allí sólo para
combatir a Cartago. Por otro lado, muchas tribus peninsulares se
mantendrán fieles a los cartagineses y combatirán a los romanos.
El
dominio de Hispania bajo Asdrúbal se mantendrá férreo frente a las
tropas romanas al mando de Gneo y Publio Cornelio Escipión, que sólo
ocuparán el margen norte del Ebro, hasta que se conquista Cartago Nova (209 a.C.). Empieza, por tanto, el declive cartaginés en la península, que será irreversible tras su derrota en Baecula (208
a.C.), debido también a que muchos nativos se pasaron al bando romano.
Gades (Cádiz), última ciudad peninsular en manos púnicas, se rinde a
Roma en el año 206 a.C.
Desde la expulsión de los cartagineses habrá rebeliones contra el dominio de Roma,
pero ya será demasiado tarde: la posición romana en Hispania es sólida.
Domina la costa mediterránea, los centros mineros e importantes zonas
agrícolas. Los iberos, los pueblos más avanzados, o de cultura más
mediterránea, son los primeros en ser conquistados y romanizados. Harina
de otro costal será el dominio del centro y norte de la península.
El
interés romano hacia esas zonas es menor, debido a la falta de grandes
atractivos económicos, pero la belicosidad de los lusitanos, los
habitantes del actual sur de Portugal y Extremadura, animará a Roma a
una campaña de conquista. En estas guerras lusitanas, destaca la figura del líder Viriato, gran mito acrecentado en otras épocas, por hacer frente a las legiones con su táctica de guerra de guerrillas.
Más al interior, durante las llamadas guerras celtíberas (154-133 a.C.), destaca el mito de Numancia en el marco de las guerras celtibéricas (los pueblos peninsulares del interior), que aguantó estoicamente el asedio del mejor ejército de su época, además de tener un final “heroico” que ha pasado a la historia.
La muerte de Viriato, por Madrazo (s.XIX)
Más al interior, durante las llamadas guerras celtíberas (154-133 a.C.), destaca el mito de Numancia en el marco de las guerras celtibéricas (los pueblos peninsulares del interior), que aguantó estoicamente el asedio del mejor ejército de su época, además de tener un final “heroico” que ha pasado a la historia.
Por tanto, tras las guerras del s. II a.C., sólo quedaba el norte peninsular fuera del dominio romano.
Sin
embargo, es de vital importancia que en el s. I a.C. surja en Roma una
importante crisis del estado republicano, produciéndose las llamadas Guerras Civiles,
un periodo de transición hacia el Imperio. Los políticos serán cada vez
más militares, que querrán convertirse en los auténticos regentes del
estado romano, con poderes unipersonales que quiebran las instituciones
tradicionales.
Así Hispania será un escenario muy importante de las luchas entre Sertorio contra Sila primero, y Pompeyo después, o por César contra éste, que dejarán su huella con la creación de numerosas ciudades, donde se asientan los veteranos de guerra
licenciados tras 25 años de servicio. Allí reciben una parcela en
propiedad para su sustento, y se crean instituciones romanas, o incluso
se fundan ciudades que no existían antes, con planta cuadriculada y foro
público. Las ciudades serán el foco de romanización
más importante. Sertorio tratará de acercarse a los nativos de
Hispania, favoreciendo también su aculturación a las costumbres romanas,
algo que le hizo muy popular.
Tras conseguir el poder absoluto sobre todo el territorio romano tras vencer a Marco Antonio (31 a.C.), Octavio Augusto decidirá “pacificar” Hispania, acabando de someter a los últimos pueblos libres de la península, cántabros, astures y vascones. Su mayor interés residía en controlar las zonas mineras del norte, que consiguió finalmente su yerno, Agripa.
LA ROMANIZACIÓN DE HISPANIA
La
asimilación por parte de la población hispana de los patrones de vida
de los romanos tiene una serie de vías más importantes que otras.
Debemos hacer hincapié en que si bien algunos aspectos se adquirirán
forzosamente, otros se harán por vías pacíficas. Todos sabemos que un
dominio extranjero será más soportable cuanto más similares sean ambas
culturas, así que los romanos procurarán que los pueblos ibéricos
conozcan su cultura para controlar mejor política y económicamente
Hispania, y también éstos tomarán los aspectos más prácticos y útiles de
la cultura romana, mucho más avanzada en bastantes aspectos, como la
ingeniería, agricultura, las técnicas artísticas, el uso de la moneda,
etc. Vamos a destacar como vehículos más importantes en la romanización:
· Las ciudades:
la sociedad romana se caracteriza por controlar el espacio rural, base
de la economía, desde la ciudad. En ella se toman las decisiones
políticas, se recaudan impuestos, tienen lugar las manifestaciones
artísticas,… Son el centro político, administrativo, religioso y económico del territorio,
y por tanto, uno de los elementos difusores del modo de vida romano. Ya
había ciudades en la península antes de los romanos ganadas por
conquista, que perviven, aunque algunas se bajan a las llanuras más
cercanas. Otras son fundadas principalmente por veteranos de guerra, o
por colonos venidos de Italia. Un paso intermedio son las que se
rindieron, que tienen unas leyes especiales. De ahí que tengan distintas
denominaciones: colonias (p.ej. Colonia Libisosa Foroaugustana, Lezuza (Albacete), municipios (Ercavica, Cañaveruelas (Cuenca), etc.
Las
ciudades favorecen la extensión del modelo social romano basado en el
esclavismo y de los siguientes factores que vamos a ver.
· La lengua, el latín:
lógicamente, los romanos imponen el uso de su lengua, y los
conquistados, en Hispania y otras regiones del Mediterráneo la hacen
suya por necesidad, imposición y también por conveniencia. No olvidemos
las ventajas de que en un
espacio tan amplio se hable el mismo idioma: para la difusión de la
cultura, el comercio, etc. Cuando los hispanos conocen la lengua latina,
la romanización toma un impulso definitivo. La principal desventaja de
la expansión del latín en Hispania es la desaparición de las lenguas autóctonas.
De hecho, sólo nos ha llegado el euskera, y de la lengua ibérica sólo
sabemos su pronunciación, aunque no podemos traducir su contenido… ¿Cómo
se iban a molestar los romanos en registrar para la posteridad un
lenguaje que consideraban inferior? La xenofobia de los romanos era
notable, menospreciaban la mayoría de las costumbres de los bárbaros o
extranjeros, excepto las que eran provechosas para ellos. Muestra de la
rápida difusión del latín es que ya tenemos importantes intelectuales en lengua latina en Hispania a principios del s. I d.C., como el cordobés Séneca.
· La religión y el arte:
la religión romana es sincrética, es decir, toma aspectos de otras
culturas. De hecho, asume como suyos los dioses griegos (olímpicos) que
añade a deidades propias menos conocidas (por ejemplo el dios Jano, de
dos caras). Por ello, sus dioses conviven con otras creencias politeístas
de tierras conquistadas sin suponer una ruptura con ellas, incluso se
mezclan, hasta que el paso del tiempo hace que las primeras se vayan
perdiendo. Con la llegada del Imperio con Augusto se impone el culto al emperador
como otra divinidad más, creándose templos para el mismo. Las imágenes
religiosas, o de figuras políticas, que se colocan en las ciudades, como
los edificios públicos, su decoración externa e interna… también son
vehículos de transmisión de la estética romana, sus formas de
pensamiento, mitología, vestuario,
etc. El arte romano también toma aspectos de territorios conquistados,
sobre todo del arte griego, perfeccionando sus técnicas en todos los
ámbitos (escultura, cerámica, mosaico,…), tanto, que se acaban imitando
pero no por imposición forzosa.
· El Derecho Romano:
hoy día, gran parte de nuestras leyes mantienen una gran influencia de
la obra legislativa romana. Una parte muy importante del control de Roma
sobre sus territorios era el ejército, pero tras la conquista, el orden
lo ponían las leyes romanas. No sólo suponen la plasmación por escrito
de las leyes, algo menos ambiguo que la transmisión oral de las mismas,
sino también conllevarán la división entre ciudadanos, los que tenían derechos y se regían por unas leyes, y el resto
(sin muchos derechos, sobre todo políticos). Sin embargo, con el paso
del tiempo y la extensión de este derecho gracias a la romanización de
la población, el emperador Caracalla concederá la ciudadanía a todos los súbditos del imperio a principios del s.III d.C., lo que suponía una mayor igualdad e integración de las gentes que lo componían.
· Las calzadas romanas:
en principio, su función es conectar Roma con todos los lugares para
controlar el territorio, y poder llevar sus tropas a cualquier lugar que
sea necesario. Como funciones relevantes después de la militar, está articular el territorio sirviendo como vías de uso comercial entre las distintas partes de una provincia o incluso conectando todo el Mediterráneo. Su uso como vías de comunicación continuó en época posterior
al periodo imperial, durante la edad media, moderna y contemporánea,
muestra de su bien planteado trazado, y la calidad de su firme. En
Hispania, se pueden conectar las partes más romanizadas con el interior, y hacia las zonas del norte, menos controladas. Así destaquemos la Vía de la Plata, entre Galicia y Mérida o la Vía Augusta, a lo largo de la costa mediterránea.
· La estructura económica:
el dominio romano supuso la ruptura de la economía de subsistencia
indígena. Hispania se convirtió en una base económica de la civilización
romana: Roma explotó las riquezas minerales de Hispania, y desarrolló
en ella una agricultura de alta producción, orientada al comercio, y
organizada en latifundios o grandes propiedades, en los que se cultivaba
trigo, olivos, viñas.
La romanización de Hispania no será homogénea, hay diferencias en su intensidad:
Las zonas más romanizadas
corresponden al sur y la costa mediterránea, junto con el valle del
Ebro, es decir, las primeras tierras conquistadas, las de cultura
ibérica (lógicamente, cuantos más años bajo dominio romano, mayor es el
contacto). También influye que
la ibérica es la cultura más mediterránea de las que existían en la
península, y por tanto, la más similar a la romana.
El interior, de cultura celtibérica, se conquistará posteriormente y por tanto, su romanización es menor porque es más tardía.
Si hablamos del norte,
donde habitaban los celtas, hay que decir que estos territorios se
ocuparon casi dos siglos después que la costa mediterránea, además, su
organización tribal era mucho más distinta a la de los íberos y los
romanos. De hecho, podemos afirmar que en zonas aisladas de la Gallaecia
y en la zona cántabra y vasca hubo pervivencias indígenas documentadas
hasta finalizada la época imperial.
Y como conclusión, decir también que la dirección que sigue la romanización de Hispania es de la costa mediterránea hacia el interior, y desde los núcleos urbanos irradia hacia el medio rural.
LA CRISTIANIZACIÓN DE HISPANIA
Origen y primitiva difusión del Cristianismo
La
religión cristiana nace en Palestina, como una herejía del judaísmo,
una reinterpretación del mismo. Jesús era judío y su mensaje iba
dirigido a los judíos, que se consideraban el pueblo elegido por Yahvé,
el dios único que convierte a esta religión en la primera gran religión
monoteísta que aún pervive. Sin embargo, Jesús fracasará y será
ajusticiado por el Sanedrín, y sus discípulos decidirán darle un giro
radical a su mensaje enfocándolo hacia otro público, un gran público. No
predicarán para el “exclusivo” pueblo judío, que lo ha rechazado, sino
que ahora el Cristianismo pretende hacerse una religión universal,
dirigida a los “ingenui” o paganos romanos, de creencias politeístas.
En
el Nuevo Testamento, tras los Evangelios, que cuentan los hechos y la
Pasión de Jesús, están situadas las cartas que compone San Juan a los
romanos, a los efesios, a los tesalonicenses,… es decir, escribe
exponiendo el nuevo mensaje, en griego, a los habitantes de las grandes
ciudades del imperio oriental y a los de la misma capital. De los
primeros años del Cristianismo, tenemos pocas noticias, pero la llegada
de Santiago en vida a Hispania parece poco probable.
Como
esta nueva religión sí atenta contra la religión romana, puesto que
niega la existencia de más divinidades que el Dios único, es perseguido por las autoridades romanas. De ahí la mala imagen que se nos da de emperadores como Nerón (s.I) o Diocleciano (s.III), por parte de los autores cristianos, naturalmente. Éstos serán sanguinarios y los cristianos ajusticiados, mártires.
La crisis del s. III en el Imperio Romano y la extensión del Cristianismo
En el s. III aparece una crisis global en todos los ámbitos que habían sustentado el Imperio Romano. En el plano político,
hay una gran inestabilidad, ya que cada vez más son los ejércitos
quienes imponen a los emperadores, y no una sucesión pacífica, como en
el s.II. Esto conllevará a una paulatina desorganización administrativa, a una menor seguridad en el interior y en las fronteras (ahora atacadas, por ejemplo por los partos -persas-), menor capacidad recaudatoria de impuestos,… Así, el poder estatal se va disolviendo,
a la par que quien toma el relevo será la aristocracia terrateniente
(que posee los grandes latifundios o extensas propiedades de tierra),
que, con menor control desde arriba, es quien realmente va a ir
controlando todos los aspectos de la vida cotidiana. Incluso, ya a
finales de la época imperial, tendrán sus propios ejércitos y serán
quienes recauden impuestos y administren justicia.
La inseguridad general se traducirá en la crisis del comercio y con ello de la vida en las ciudades, que entran en crisis.
Ahora los núcleos de la vida pasan a ser las villas que posee la
aristocracia en sus grandes propiedades. También significará un auge de las religiones, que dan consuelo a los desanimados habitantes del Imperio, sobre todo las religiones orientales consideradas “mistéricas” (basadas en “misterios” revelados al hombre), como el culto a Mitra, a Cibeles, la egipcia Isis o el propio Cristianismo.
La
religión romana había sido respetuosa con otras creencias
preexistentes, excepto las que amenazaban la autoridad romana (la judía,
por ejemplo, o el cristianismo), como hemos dicho. El hecho de que
Diocleciano persiga a los cristianos indica que aún no eran mayoría en
el Imperio, pero en cuestión de unas décadas, esta situación se
invierte: en el 313 Constantino publica el Edicto de Milán, también conocido como el Edicto de Tolerancia. Aunque se cree que el primer documento que toleraba el cristianismo
corresponde a su antiguo collega imperial, el tetrarca Galerio, que
gobernaba en Oriente (en oriente el número de cristianos debe ser mayor
por cercanía geográfica) y fue derrotado por Constantino, el hecho de
que éste lo extendiera el resto del Imperio es bastante significativo.
No es que instaurara el Cristianismo como religión oficial del Imperio,
es un error: significa que se dejaba de perseguir a los cristianos.
La figura del mismo Constantino
ha sido muy mitificada por los cristianos. Así, se cuenta que en un
sueño, previo a la batalla que le dio el poder único en Roma, tuvo una
visión en la que se le apareció el crismón, formado por una X y una P,
iniciales del nombre Cristo, en griego, y se le decía: “in hoc signo
vinces”(con este signo vencerás). Supersticioso como buen romano, lo
hizo pintar en los escudos de todos sus soldados, obteniendo la
victoria. También se cuenta que se hizo cristiano en su lecho de muerte
(esto no está documentado más que por fuentes cristianas), incluso que
¡donó el Imperio al Papa de Roma (famosa “Donación de Constantino”,
quizá la mayor falsificación histórica de la Humanidad)!
Constantino I
Aunque Constantino lo único que hizo fue tolerar o legalizar el cristianismo, esto tuvo un decisivo efecto para la difusión del Cristianismo.
Sus hijos sí fueron cristianos, pero aún no había triunfado dentro del
Imperio, puesto que el emperador Juliano intentó una vuelta al paganismo
tradicional, que sólo tuvo efecto durante su corto mandato. El
Cristianismo era ya tan sólido que no se podía acabar con él.
Será el emperador de origen hispano Teodosio el que en el año 385 quien convertirá mediante un edicto al Cristianismo en religión oficial del Imperio.
Esto ya supondría muchas cosas: el apoyo incondicional del emperador,
una mayor difusión de dicha religión, la persecución de otras
creencias,…
El missorium o disco de Teodosio
Así
muchos templos y santuarios de la Antigüedad, desde los ibéricos, a los
de la Grecia clásica, o los orientales como los egipcios, que se
mantenían como lugares respetados, serán destruidos, quemados,
mutilados,… como hemos visto por ejemplo en la reciente película de
Amenábar “Ágora”.
Rostros de la diosa Hator mutilados por fanáticos cristianos en un templo egipcio
La
dirección de la difusión del Cristianismo será, geográficamente, de
oriente a occidente, y del Mediterráneo, hacia el interior, y
socialmente, desde las capas más altas, a las más bajas. Dentro de un
territorio concreto, la extensión de su doctrina aparecía primero en las
ciudades, para llegar más tarde al mundo rural. El mensaje de Jesús,
supuestamente dirigido a los más pobres, para difundirse en el s. III
entre los romanos, se reconduce a los más poderosos, a las élites, más
atraídas por esos ritos ocultos y mistéricos, que se realizaban en
lugares protegidos subterráneos, las catacumbas. Allí es donde surge el
arte paleocristiano, con símbolos como el Buen Pastor, el crismón, el
pan y los peces,…
En
el s. IV el Cristianismo ya aparece sólidamente organizado, y conocemos
los contenidos de los primeros Concilios, que se celebran en Oriente
(indicativo de que allí existían más comunidades cristianas), como
Éfeso, Calcedonia, Tesalónica, o Nicea (allí, en el 325 se fija el
credo, y sabemos que en su redacción participa un cordobés, Osio). En
éstos, se tiene que afirmar la doctrina oficial, ya que aparecen
versiones consideradas heterodoxas, como las defendidas por Arrio, que
será el que predique entre los germanos. También vemos que cada
comunidad tiene un obispo (episcopos) y la figura del Papa crece en
influencia en la Iglesia (ekklesia).
Los inicios de la cristianización de Hispania
No
sabemos nada de las comunidades cristianas peninsulares en el s. I ó
II, pero parece que comenzaron a aparecer primero en el sur. Es poco
sostenible la teoría de que el apóstol Santiago en vida llegase a
nuestras tierras para evangelizarlas.
Con seguridad, el primer dato documentado es el Concilio de Elvira (un lugar indeterminado cercano a Granada), se cree que en torno al 340 d.C. Gracias a que conservamos sus actas podemos saber quiénes eran los asistentes, que son sobre todo del sur, menos del interior y ninguno del norte. Esto indica que la mayoría de las comunidades cristianas
residen en estas zonas, debido seguramente a que la cristianización de
Hispania sigue la misma dirección que la romanización, del Mediterráneo
hacia el interior y por último, al norte (o según algunos autores que
sólo acuden los más cercanos, los del sur…). Entre los firmantes vemos por ejemplo que está el obispo de Segóbriga y el de Valeria, en Cuenca.
Ya
no veremos en Hispania más reuniones del clero hasta los concilios de
Toledo, en época visigoda. Y es que la romanización y cristianización
continúa con los visigodos, pero esto lo trataremos en la siguiente
entrada.
Yacimientos romanos de la región
Por poner algunos ejemplos, destacar:
· Villas de Carranque (Toledo), o de Noheda en Villar de Domingo García (Cuenca).
Mosaicos con escenas de caza de la Villa de Carranque (Toledo)
· Ciudades de Libisosa en Lezuza (Albacete), o Valeria, Ercávica y Segóbriga, (Cuenca).
Foro de Segóbriga (Cuenca)
Ninfeo (fuente monumental) de Valeria (Cuenca)
Inicios de la presencia visigoda en Hispania
En el año 395 asistimos a un hecho fundamental en la historia europea. El emperador Teodosio divide el Imperio Romano en dos partes,
para sus dos hijos, Honorio, en Occidente, y Arcadio, en Oriente. Ésta
sobrevivirá a las invasiones germánicas, gracias a su mayor riqueza, a
su mayor población, sus innumerables recursos, el que sus ciudades no
hubieran entrado en una gran decadencia como sucedía en Occidente,… Pero
los historiadores, una vez que ha desaparecido el Imperio occidental lo
llaman Imperio Bizantino, que perdura hasta 1453.
A
finales del s. IV y principios del s. V parece que hubo un pequeño
cambio climático que hizo más duros los inviernos en el interior de Asia
y Europa, empujando a sus pueblos, todos ellos nómadas, al sur. Los
temibles hunos que vienen de Asia serán los culpables de que los pueblos
“germánicos o bárbaros” se lancen contra el mundo romano.
Se les llama pueblos germanos aunque no todos provenían de la Germania, sino que ésta era la denominación que daban los romanos al territorio más allá del Rin. También les llamaban bárbaros,
que en su origen significa “extranjero”, pero de forma despectiva
también se refería a las gentes de costumbres distintas, consideradas
inferiores por los romanos.
El debilitamiento de la autoridad romana facilitó que en el invierno del año 406 varios pueblos germánicos cruzaran el río Rin,
que se había congelado varios días seguidos, burlando el dispositivo
defensivo que se basaba en esta barrera considerada infranqueable. Los
autores cristianos dirían que son un castigo divino por los enormes
pecados de los romanos.
Hasta el 409 d.C. no penetrarán en la península ibérica, donde los pasos pirenaicos estaban defendidos por aristócratas, pues las tropas romanas existían sólo en teoría, como veremos.
Llegaron los suevos, los alanos y los vándalos,
que devastaron el territorio peninsular durante varios años, hasta que
el emperador Honorio llega a un pacto con ellos (411), sorteando
provincias que les otorga para que se asienten como pobladores. Aún no
están los visigodos en Hispania.
Éstos llegarán en virtud a un tratado para expulsar a los anteriores pueblos de Hispania.
Honorio tuvo que aceptar un pacto con los visigodos también, ya que en
el 410 habían saqueado Roma y secuestrado a su hermana. Los toma como
foederatii o aliados del Imperio Romano, y a cambio, les promete
aprovisionamientos y una paga. Así esperaba alejar el peligro visigodo
de Italia y tratar de volver a tener las tierras hispanas bajo su
control.
La primera llegada de los visigodos a Hispania, en el 415 es, por tanto, provisional. Tras arrinconar a los suevos y destruir a los alanos,
regresan a las Galias, donde, incumpliendo su tratado, forman un reino,
con capital en Tolosa (Toulouse). Allí también ayudarán a los romanos
contra los hunos de Atila. Los vándalos, arrinconados por los romanos, pasan el estrecho y crean un reino en el norte de África (429).
Tras la marcha de los visigodos, hacia el 450 los suevos comienzan a extenderse de nuevo, lo cual provoca la segunda venida de los visigodos, que esta vez sí se asientan en parte de la provincia Tarraconense, vecina a las Galias.
Cuando
en Italia es depuesto el último emperador de Occidente en el 476, nada
quedaba ya de la autoridad romana. Durante ese vacío de poder, la única
estructura sólida que se va a conservar será la eclesiástica, situación
que no pasaría inadvertida a los visigodos. También destaquemos cómo la desintegración del Estado provocará que la autoridad real de un lugar la ejerza la aristocracia que habita allí mismo, base del feudalismo medieval.
Creación del Reino Visigodo de Toledo
La
entrada definitiva de los visigodos en Hispania vendrá de una situación
desastrosa para ellos. Los francos, que habitaban en la desembocadura
del Rin, luchan contra ellos por el control de la Galia, y los derrotan
estrepitosamente en la batalla de Vouillé, en el año 507.
El rey resulta muerto y el pueblo visigodo tiene que iniciar un penoso
exilio lejos de la Galia, en dirección a la península ibérica.
Por tanto, el control visigodo de Hispania se iniciará lentamente a principios-mediados del s. VI.
En esa época también, el emperador de Oriente Justiniano
se ve en condiciones de expulsar a los bárbaros de Occidente, y
combatirá para reunificar el Imperio Romano. Destruye el reino de los
ostrogodos en Italia y el de los vándalos en el norte de África, y cruza
en busca del control de Hispania, donde sólo ocupará una parte de la
Bética.
Ya en la segunda mitad del s. VI se consolidará el reino visigodo con la figura del rey Leovigildo. Establece Toledo como capital, y combate contra los bizantinos (romanos del Imperio Oriental) en el sur, contra los suevos de la Gallaecia (destruidos definitivamente) y luchará contra los cántabros y vascones que no aceptaban su autoridad. Se afirma pues, que Leovigildo es el reunificador político de la península bajo autoridad visigoda.
Sin
embargo, la convivencia de una minoría visigoda (unos 200.000) con una
mayoría de hispanorromanos (unos 3 millones) no era perfecta. Tenían
leyes distintas, y su religión era también diferente. Los visigodos,
como otros pueblos germanos, eran arrianos,
ya que habían sido evangelizados o cristianizados por Arrio, que no
creía en la Trinidad, sino que afirmaba que Jesús y Dios eran dos entes
distintos (la Iglesia consideraba su doctrina, por tanto, como una
herejía). Aunque la diferencia nos parezca ridícula, en cada ciudad
importante existían 2 obispos, uno arriano y otro “católico”.
El
hijo de Leovigildo, Hermenegildo, se convirtió al catolicismo para
atraerse a los hispanorromanos y ocupar el poder, pero fue derrotado y
ejecutado por su padre, pasando pues a ser considerado mártir.
El segundo hijo de Leovigildo, Recaredo, fue más astuto, y muerto su padre, arriano convencido, adoptó la fe católica y abjuró del arrianismo en el III Concilio de Toledo (589).
De forma simbólica, todos los visigodos tenían que tener la misma
religión que su rey, y quedaban bautizados automáticamente. Así la
minoría dirigente se amoldaba a las costumbres de la mayoría dominada.
Un paso más en la integración de dos pueblos distintos fue la equiparación legislativa. El rey Recesvinto, a mediados del s. VII, ordenó una recopilación de leyes, casi todas romanas, llamada Liber Iudicum, Liber Iudicorum o Fuero Juzgo que serían iguales para todos los súbditos, fuera su origen germano o hispanorromano.
¿No son éstas muestras de romanización de los visigodos?
Ahora, hablaban el latín tardío, la lengua de la mayoría, tenían la
misma religión y las mismas leyes que los romanos. Por eso, algunos
historiadores no consideran el reino visigodo como de época medieval,
sino como un epílogo de la época antigua, la llamada Antigüedad Tardía,
que acabaría con la llegada de los musulmanes (de distinta lengua,
religión, organización,…) al Mediterráneo.
El fin del reino visigodo de Toledo
Los reinos germánicos se regían por una monarquía electiva,
no hereditaria. Así, cuando eran un pueblo nómada y guerrero, se elegía
al líder más apto para la guerra, pero esto deja de tener sentido
cuando se hacen sedentarios y dueños estables de un territorio. El
principio electivo se traducía en continuas disputas por el poder entre los distintos candidatos y sus seguidores. Por eso, algunos reyes más poderosos hacían recaer la elección en sus hijos durante su mandato.
Sin embargo, a inicios del s. VIII aspiraban al trono los hijos de Witiza, un rey anterior, y Rodrigo, entre otros candidatos, siendo éste elegido finalmente. Una teoría defiende que la llegada de los musulmanes a la península está relacionada con una petición de ayuda de dichos hijos de Witiza
en un intento de usurpar el poder y arrebatárselo a Rodrigo. Esta idea
aparece en varios romances medievales, y está avalada por el hecho de
que una vez conquistada la península recibieron grandes extensiones de
terreno por parte de los musulmanes, aunque no el trono.
Sea como fuere, la expansión del Islam desde su origen en la península arábiga hasta la península ibérica fue fulminante.
Desde la muerte de Mahoma, en el año 632 hasta el año 705, en el que
conquistan Ceuta, los musulmanes arrebatan grandes provincias al Imperio
Bizantino (el antiguo Imperio Romano de Oriente) como Siria, Palestina,
Egipto y norte de África, y se anexionan el Imperio Persa, ocupando
desde el estrecho de Gibraltar hasta el río Indo. Por tanto, una segunda
versión opina que la extensión de sus conquistas hacia España era
simplemente una continuación lógica.
La cristianización peninsular en la época visigoda
A la llegada de los visigodos, la cristianización de Hispania era bastante amplia y sólida, aunque menos en la franja cantábrica, donde se conoce la existencia aún de cultos paganos.
Sin embargo, los pueblos germánicos tenían un credo distinto, eran arrianos
(una herejía del cristianismo, que no defendía la Trinidad, sino que
Jesús y Dios no eran lo mismo), lo que supone la coexistencia en
Hispania de ambas ramas del Cristianismo, aparte de una pequeña
comunidad judía.
La asociación de la Iglesia al poder, que había nacido en época romana, continúa con los visigodos, ya que constituía la única estructura sólida que llegaba a todas las partes del reino.
Así, en Toledo se celebran concilios para debatir cuestiones
religiosas, presididos por el rey o incluso los grandes obispos
participan en la elección del monarca.
Pero como hemos citado anteriormente, Recaredo
decide que el pueblo visigodo adopte la fe de la mayoría de sus
súbditos, la católica, una muestra de la “hispanización” de los godos
para un mejor control del reino.
La conversión simbólica al catolicismo tuvo lugar en el III Concilio de Toledo (589), y tenemos conocimiento de hasta 7 concilios
en época visigoda, lo cual da idea de su nivel de organización. Incluso
la consolidación de esta alianza entre la monarquía y la Iglesia se
reflejará en la promulgación de leyes que restringían la libertad de culto a los judíos.
La conversión de Recaredo (cuadro del s.XIX)
Citar también cómo en las zonas bajo dominio suevo tuvo difusión las ideas del un “hereje”, Prisciliano,
de finales del s. IV, sobre todo en la Gallaecia y también en la
Lusitania. De hecho, los Concilios de Toledo, desde el primero, condenan
dicha herejía, y gracias a ello podemos constatar que el Priscilianismo
aún perduraba en la península desde la época romana. Algunas teorías
sostienen que la tumba de un personaje santo visitado por numerosos
fieles desde esta época no es la del apóstol Santiago, sino la de
Prisciliano.
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