jueves, 29 de enero de 2015

LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1833-1868)

1. Las Regencias y el Problema Carlista (1833-1843). 
2. La Década Moderada (1844-54). 
3. El Bienio Progresista, la vuelta al moderantismo (1856-68) y el territorio de Castilla-La Mancha en la época de Isabel II).


Con la muerte de Fernando VII en 1833 se abre un nuevo periodo en la historia de España, en la que se va a edificar y consolidar definitivamente un Estado liberal. Ya no hay vuelta atrás al pasado. Es el fin del Antiguo Régimen, tanto de sus estructuras políticas como de las económicas, que cambiarán progresivamente. No significa que no vaya a haber avances y retrocesos, pero estos no serán nada más que luchas internas en el ya imparable camino hacia el liberalismo.

1. LAS REGENCIAS Y EL PROBLEMA CARLISTA (1833-1843).

Fernando VII no había dejado zanjado el problema sucesorio, pese a la publicación de la Pragmática Sanción, que derogaba la Ley Sálica. Había mandado al exilio a su hermano, a cambio de una millonaria pensión y también designado como regente a su esposa la reina María Cristina, durante la minoría de su hija Isabel.


María Cristina, última esposa de Fernando VII
y regente durante la minoría de su hija, Isabel II (1833-40) 

Sin embargo, Carlos María Isidro había ido aplazando su exilio ante la inminente muerte del monarca, consciente de que estando en la península cuando esto ocurriera, su candidatura al trono contaría con mayor apoyo. Por eso, a los pocos días del fallecimiento del rey, publicó en Portugal el Manifiesto de Abrantes, en el que hacía un llamamiento para buscar el apoyo de las clases privilegiadas abogando por el mantenimiento de las tradiciones, la religión católica y el “legítimo” orden de sucesión en el trono.

Carlos María Isidro de Borbón, autocoronado Carlos V,
fue el primer pretendiente "carlista"

La regente María Cristina no supo reaccionar adecuadamente ni atajar el problema desde su inicio, así que el carlismo va a ir tomando fuerza y forma. Su principal preocupación era buscar apoyos para consolidar el trono para su hija, pero los sectores más reaccionarios del Antiguo Régimen estaban con su cuñado. No tendrá más remedio que apoyarse en los liberales, sólo lo hará por necesidad. Sus partidarios serán conocidos como isabelinos o cristinos.
Vamos a estudiar el periodo de la primera guerra carlista (1833-40) desde dos perspectivas, por un lado analizaremos el desarrollo de la guerra, y por otro, las reformas políticas en la regencia de María Cristina.

1.1 LA PRIMERA GUERRA CARLISTA (1833-40)


Primero vamos a analizar la esencia del carlismo, que a la hora de desarrollar este tema, es mucho más importante que enumerar los hechos de armas. Hay cuestiones políticas, religiosas, económicas,… que debemos conocer, que entran en el mismo juego.
Muchos piensan que el carlismo no es más que una disputa sucesoria por el trono de España, pero es una visión simplista que sólo repara en los aspectos políticos del asunto. Hay muchas más razones para que se sostenga una guerra cruel durante casi 10 años que la lucha por el trono entre Carlos María Isidro e Isabel. Desde luego, hay que tener en cuenta que la primera cuestión que choca entre ambos bandos es o monarquía constitucional, de corte liberal, o absolutismo.
Los apoyos del carlismo van a estar principalmente en las provincias vascas y Navarra, junto con algunos territorios del norte de Cataluña y el Maestrazgo (norte de Castellón). Estos focos son los baluartes de la defensa del tradicionalismo, un pensamiento político que no sólo va a existir en esta época, sino que será una constante hasta hace unas décadas. El peso de las tradiciones será un reclamo recurrente, como veremos, en épocas de cambios acelerados.
Batalla de las guerras carlistas

Este tradicionalismo tiene un importante componente religioso. El anticlericalismo de los liberales había suscitado en algunos sectores una reacción a favor del catolicismo y la figura de la Iglesia, como valedora del mantenimiento del orden social y moral de la población, encargada de nuestra salvación. El peso económico de la religión católica en España, como su peso histórico como valor tradicional de nuestra esencia nacional, también subsiste en nuestra política hasta hoy. El clero será uno de los puntales en apoyo del carlismo, allá donde tiene sus bases pero también dentro de la España controlada por los isabelinos.
Por otro lado, uno de los fundamentos del carlismo será el mantenimiento de los fueros vascos y navarros, que subsistían desde la Edad Media, y que Felipe V había respetado. No solamente eran una “tradición” centenaria, sino que suponían una serie de privilegios frente al centralismo del Estado liberal. Volvemos pues, a otra de las cuestiones recurrentes de la política española, centralismo versus federalismo. Estos fueros ancestrales suponían exención de impuestos, del reclutamiento, el mantener aduanas interiores, etc., es decir, chocaban frontalmente contra ese estado que promulgaba la igualdad para todos los españoles en todos los ámbitos. Aquí tenemos una de las razones que explican el decidido apoyo al carlismo en esas zonas.


Uniformes carlistas

Muchos de los carlistas serán miembros de la nobleza de segunda clase, del clero, y también población rural. La ciudad es el espacio liberal por excelencia, ya que ahí viven los burgueses, prestamistas, banqueros, comerciantes, industriales, profesiones “liberales” como médicos, abogados,…etc. mientras que el campo será el más reacio a lo nuevo. Es también una disputa entre la primacía del campo o de la ciudad.
Todos estos cambios tan rápidos en un corto espacio de tiempo suponen modificaciones tan radicales en la forma tradicional de vida, que originan una reacción de apego a las costumbres de toda la vida, de ahí el lema de los carlistas, “Dios, Patria y Rey”.

Bandera carlista
Finalmente, vamos a hacer una valoración del conflicto, que también se suele dejar de hacer. La primera guerra carlista es la primera guerra civil española de la Edad Contemporánea, por poco que nos guste reconocerlo. Españoles matan a españoles por razones políticas, son dos Españas enfrentadas. Una busca la primacía sobre la otra, puesto que se considera la mejor. Por eso, los héroes y los mártires se reparten por igual en ambos bandos, todos luchan por una España mejor, según sus propias ideas. El cambio y la permanencia son los dos motores de la Historia.

Después de este exhaustivo análisis del espíritu carlista, que debemos resumir usando lo destacado en negrita, vamos a analizar los hechos de armas.
Carlos María Isidro no obtiene apoyos militares en la capital, así que tendrá que refugiarse en el norte. Allí, como hemos dicho, el campo es territorio carlista, pero no las ciudades. El ejército profesional está a favor de la reina, así que las milicias rurales que se arman en apoyo de Carlos (se autoproclamó Carlos V, así que al del s. XVI ya dije que hay que llamarlo SIEMPRE Carlos I) recibirán el nombre de “partidas carlistas”. El alistamiento masivo no dará, sin embargo, gran efectividad a los ejércitos carlistas hasta que el coronel Zumalacárregui, que será el más destacado líder carlista en esta época, logre crear cierta disciplina en los mismos. En contra de la estrategia que proponía (ir hacia Madrid), se le ordena tomar alguna de las capitales vascas, la gran obsesión carlista. Será muerto en el infructuoso asedio de Bilbao (1835), así que Carlos María Isidro buscará recabar nuevos apoyos manu militari (a través de las armas) por toda España.
Retrato de Zumalacárregui (grabado)



En 1836 el general Miguel Gómez emprenderá una expedición carlista, primero hacia Galicia, donde recibe ciertos apoyos, y hacia el sur de Cataluña, donde logrará un aliado muy firme, el general Cabrera, que controla el Maestrazgo. Madrid estaba bien protegida, así que se dirigió hacia el sur, donde fue derrotado por las fuerzas cristinas en Villarrobledo. Por eso, marchó hacia Andalucía y pudo ocupar Córdoba. Como vemos, los liberales no tenían el control del país ni mucho menos.
En 1837, ante el fracaso de la anterior expedición, tiene lugar la expedición del propio Carlos hacia Madrid, pero no logró un acuerdo con los moderados.
En 1838 el general liberal Baldomero Espartero logrará un gran éxito liberando Bilbao del sitio carlista al que llevaba tanto tiempo sometida.
El cansancio después de tantos años de guerras, de cruentas represiones mutuas y la destrucción económica del territorio vasconavarro llevará a un acercamiento a la paz en 1839. El general Maroto, ante la intransigencia de Carlos a negociar, llegó a un acuerdo con Espartero, el Convenio de Vergara (1839), o también llamado Abrazo de Vergara (el sello simbólico del mismo entre los dos líderes militares). Espartero se compromete a “recomendar” a las Cortes el respeto de los fueros vasconavarros y a incluir a los militares carlistas en las filas del ejército isabelino, respetando su graduación; a cambio, obtenía la obediencia del sector bajo su mando. Así, el carlismo se dividía y era derrotado. Carlos María Isidro tendrá que huir a Francia.

Abrazo de Vergara, firma simbólica del Convenio de Vergara (1839)
Sí, dándole un abrazo al general que ha acabado con la vida de tantos de tus hombres...

Pero no olvidemos que la Cataluña Vieja (la pirenaica) y el Maestrazgo siguen en conflicto, donde el último en rendirse será el general Cabrera, apodado el “Tigre del Maestrazgo” por su tenacidad. Por tanto, la guerra se da por concluida con la conquista del último bastión carlista, Morella, en 1840.

Cuadro que representa, idealizada, la última carga del general Cabrera  para liberar el asedio de su último bastión, Morella, en 1840.

1.2 LA REGENCIA DE MARÍA CRISTINA (1833-40)

En 1833 el ministro de Fomento Javier de Burgos creó la división provincial base de la actual.

División de 1822. Encontremos parecidos y diferencias...

Para atraerse a los liberales, llama del exilio al doceañista Martínez de la Rosa, el encargado de crear el llamado Estatuto Real de 1834. No es una Constitución, sino una Carta Otorgada (como el Estatuto de Bayona o la Carta Otorgada francesa de Luis XVIII), es decir, no se ha redactado a través de las deliberaciones de los representantes del país, sino que son una serie de concesiones otorgadas por la “gracia” real.

Martínez de la Rosa


Establecía unas Cortes de carácter consultivo, es decir, no servían más que para deliberar, la iniciativa correspondía a la monarquía. Éstas estaban divididas en dos cámaras (bicamerales), el Estamento de Próceres y el Estamento de Procuradores:
El primero estaba compuesto por los Grandes de España, los miembros del alto clero, y grandes propietarios, algunos serían elegidos de forma vitalicia e incluso hereditaria. Eran por tanto, la representación escogida de una minoría poderosa (próceres significa los mejores o líderes).
Por su parte, los procuradores son representantes de cada una de las partes del territorio, pero para serlo, también había que acreditar poseer una renta mínima muy elevada. Además eran elegidos por sufragio indirecto y censitario (votaban los que tenían una fortuna mínima establecida).
Estas concesiones no contentaron a nadie. Con este sistema votaba el 0,16% de la población española a unas Cortes sin capacidad de legislar.
El estatuto configuró el Consejo de Ministros con 6 departamentos: Hacienda, Gracia y Justicia, Gobernación (luego Fomento y posteriormente Interior), Guerra, Marina y Estado.
En 1834 una medida de importancia y gran repercusión posterior que sí perduró fue la libertad de industria y comercio con la abolición de los gremios.
Sin embargo, pese a la satisfacción de los liberales más moderados, la opinión pública y los liberales más radicales promovieron protestas violentas contra el gobierno, obligando a la regente a emprender reformas de más calado. Ya se percibe una clara división de los liberales en dos tendencias, los moderados, y los progresistas.

Juan Álvarez Mendizábal


Para ello, en 1835 llamó a formar gobierno a un progresista, Mendizábal, que sería el que pondría “patas arriba” el país y visto como el mismísimo demonio por parte de algunos miembros del clero. Se proponía convertir la tierra en un bien transmisible, que se pudiese comprar y vender. Para ello, tenía que convertirla en propiedad privada a través de su desvinculación con sus dueños. Los vínculos existentes eran principalmente la existencia de tierras en manos de instituciones (el clero, principalmente) y el mayorazgo.

En 1836 fue autor del Decreto de Desamortización de los bienes del clero regular, por el cual el Estado se incautaba los bienes inmuebles (que no se pueden transportar: fincas y edificios), para venderlos en pública subasta. Pretendía así:
·         Socavar enormemente el poder de la Iglesia.
·         Hacer más competitiva y productiva la agricultura española, ya que expropiaba a las “manos muertas” que no buscaban obtener altos rendimientos, sino obtener lo suficiente para vivir bien. La mayoría de los propietarios eran rentistas, es decir, se dedicaban a vivir de las rentas que producía la tierra.
·         Crear una nueva clase de propietarios que respaldara al régimen.
·         Con los beneficios obtenidos, sanear por fin las finanzas públicas y paliar la enorme deuda del Estado, desde las guerras de Carlos IV.
·         Armar un gran ejército con el que pudiera dar fin al conflicto carlista.
Sin embargo, como veremos en el tema dedicado a la economía del XIX, sólo pudieron comprar los lotes de tierra los más ricos, los burgueses y aristócratas, con lo que la clase trabajadora de la tierra, la más interesada en producir, los campesinos, no pudieron acceder a la propiedad de las mismas. Al no poseer grandes sumas de dinero, quedarían como meros jornaleros. Muchos de los compradores seguían siendo meros rentistas que poco se implicaban en la productividad o eran simples especuladores (al haber una gran oferta de tierras, el precio baja, para luego subir más tarde).
También se llevaron a cabo medidas para el desmantelamiento de la economía del Antiguo Régimen (1836-7) que ya tuvieron lugar brevemente en periodos anteriores:
·         la abolición de los mayorazgos (1811, 1820, 1837 y 1841)
·         la supresión de la Mesta
·         la eliminación de los señoríos y los derechos señoriales
·         la supresión del diezmo (definitiva en 1841)
La resistencia a estas reformas provocó la destitución de Mendizábal, a lo que los progresistas reaccionaron de nuevo. Es el llamado Motín de la Granja (1836), en el que los sargentos del regimiento del palacio de La Granja obligaron a la regente a jurar la Constitución de 1812.

Los sargentos obligando a la regente a firmar la Constitución de Cádiz
Observad el detalle del soldado con el sable desenvainado...

Las Cortes elaboraron la Constitución de 1837, más moderada que la de 1812. Aunque restablecía la soberanía nacional, el sufragio sería censitario, con lo que votaban el 2,2% de la población. Las Cortes eran bicamerales, compuestas por el Congreso y el Senado.
Esta constitución buscaba un pacto con la monarquía, que tenía carácter moderador, y también la unidad de los liberales, buscando un acuerdo entre todos los liberales, moderados y progresistas. Un ejemplo visible es que, aunque el catolicismo es la religión oficial del Estado, se reconoce por primera vez la libertad de culto.

1.3 LA REGENCIA DE ESPARTERO (1840-43)

Viendo el final de la guerra, María Cristina había vuelto a colocar a los moderados en el poder, provocando de nuevo las protestas de los progresistas. Aparte, su ley de Ayuntamientos, que impedía los nombramientos mediante votación popular, le granjeó una enorme oposición.
La enorme popularidad del general Espartero gracias al Convenio de Vergara (1839) y el fin de la guerra carlista (1840) hizo que la regente María Cristina abdicara en su favor.
Sin duda este hecho es de una gran importancia, en el XIX los grupos o partidos políticos, hasta Alfonso XII, se preocuparán por ocupar el poder por la fuerza más que convenciendo al pueblo y el electorado, con lo que Espartero sólo será el primero de los militares que ocuparán el poder en España. De hecho, su talante autoritario será el que le cueste el poder como regente.
Baldomero Espartero


Retomó medidas aprobadas por Mendizábal que estaban aparcadas, como la desamortización de los bienes del clero secular (parroquias, etc.). También abolió definitivamente el diezmo eclesiástico y los mayorazgos en 1841.
Sin embargo, preparó una ley que permitía la entrada de textiles británicos sin pagar aranceles (impuestos al comercio exterior), lo que hundiría el sector textil catalán. En Barcelona se organizó una protesta tal, que Espartero optó por bombardear la ciudad.

Bombardeo de Barcelona desde Monjuic en 1842
Tal medida, hizo que progresistas y moderados se unieran para derrocar al general, lo cual ocurrió cuando el moderado Narváez organizó una fuerza militar que derrotó a las fuerzas de Espartero en Torrejón de Ardoz.
Fue entonces cuando Espartero se exilió y las Cortes decidieron adelantar la mayoría de edad de Isabel II, que tenía 13 años, haciéndola reina de España.

Isabel II en su juventud
2. LA DÉCADA MODERADA (1844-54).

El reinado de Isabel II tampoco fue fácil tras el periodo de regencias. El absolutismo no iba a volver jamás, pero las facciones liberales lucharán entre sí gracias a sus cada vez más diferentes concepciones del Estado.
El golpe de Narváez llevó al poder de nuevo a los moderados, lo cual no significa que no existieran las reformas durante esos 10 años. Esta larga duración se traducirá en una estabilidad en la que se consolidó el moderantismo. Este liberalismo “doctrinario” se basaba en el sufragio censitario, amplios poderes para la monarquía, etc., como veremos. Una vez muerto el absolutismo y colocada en el poder la burguesía, ésta busca mantenerse en el poder, y eso pasa por no dar opciones al pueblo.

Ramón María Narváez, apodado "el espadón de Loja"

Para mantener el orden, otro de los bastiones del conservadurismo, se fundó en 1844 la Guardia Civil, con funciones principalmente en el medio rural. Tienen aún hoy estructura militar pero funciones civiles. Esto permitió disolver en 1845 la milicia nacional, ese populacho armado que apoyaba a los progresistas principalmente, y que había aparecido y desaparecido desde 1812.
También se aprobó la ley de Ayuntamientos (1845) por la que el Gobierno nombraba los alcaldes y los gobernadores civiles, pudiendo así el Estado centralizar aún más su poder.

Los primeros uniformes de la Guardia Civil,
cuerpo militar creado por el duque de Ahumada

Se adoptó el sistema métrico decimal, se reguló la educación (en perjuicio de la Iglesia), se realizó una reforma tributaria, y también se llevaron a cabo infraestructuras como el Canal de Isabel II. También se redactaron un Código Penal y un proyecto de Código Civil. Se buscó racionalizar la Hacienda, simplificando los impuestos, y también la administración, exigiendo unos mínimos para cada cargo.
En 1851 se cerró un asunto pendiente, el mejorar las relaciones con la Iglesia, firmándose un Concordato con la Santa Sede. Ésta reconocía las ventas de las propiedades del clero realizadas anteriormente a cambio del compromiso del Estado del mantenimiento de la Iglesia a su costa. También se renovaba el derecho de presentación, es decir, el Gobierno proponía como obispos 3 candidatos, de los que Roma elegía uno. Así, los obispos también eran fieles al moderantismo. El Estado mantiene a la Iglesia con sus presupuestos y ésta mantiene su control sobre la educación.
Tuvo lugar la Segunda Guerra Carlista (1846-9) en Cataluña tras el fallido plan de boda entre Isabel y el hijo de Carlos María, “Carlos VI”, donde Cabrera volvió a armar partidas carlistas con poco éxito. De hecho, fue casada con su también primo Francisco de Asís, pero el fracaso de su matrimonio y la muerte de muchos de sus hijos al poco de nacer hizo que se la conociese popularmente como “reina de los Tristes Destinos”, un epíteto ideado por Benito Pérez Galdós.

Retrato de Isabel II

Sin duda el cambio más destacado de la Década Moderada fue la creación de una nueva Constitución en 1845 que será el pleno reflejo del moderantismo o liberalismo doctrinario que hemos apuntado ya más arriba:
·         Soberanía compartida entre el Rey y las Cortes.
·         el Rey aumenta sus poderes: podrá nombrar y destituir a los ministros y disolver a su antojo las Cortes.
·         Confesionalidad el Estado.
·         Cortes bicamerales: Senado, designado por el Rey de forma similar al Estamento de los Próceres, y Congreso de los Diputados, elegidos por un sufragio censitario en el que participa el 1% de la población.

3. EL BIENIO PROGRESISTA, LA VUELTA AL MODERANTISMO (1856-68) Y EL TERRITORIO DE CASTILLA-LA MANCHA CON ISABEL II

El autoritarismo de la reina, que disolverá a menudo las Cortes, la corrupción evidente de ministros moderados como Bravo Murillo, junto al corto alcance de las reformas volverán a provocar un movimiento de las fuerzas progresistas, paralizadas esta década.
De hecho, en este periodo se produce una división, surgiendo del ala más extremista el Partido Demócrata en 1849, que ansía reformas más radicales, como Cortes unicamerales, sufragio universal, educación primaria gratuita, la intervención del Estado en las relaciones laborales,… No hay que olvidar la revolución europea de 1848, ni el cada vez más organizado movimiento obrero que tienen lugar en estos tiempos.

4.3.1 EL BIENIO PROGRESISTA (1854-6)

La revolución de julio de 1854 en la Puerta del Sol de Madrid
En 1854 tendrá lugar el pronunciamiento del general O’Donnell en Vicálvaro (Madrid), conocido como la Vicalvarada, al que se unen las masas populares creando barricadas en la capital como ya había sucedido por toda Europa en la revolución de 1848. Sin embargo, cuando la revolución de 1854 tomó claros visos de éxito fue con la publicación del Manifiesto de Manzanares, redactado por Antonio Cánovas del Castillo, pidiendo una serie de reformas, con el cual fraguó la alianza de progresistas y demócratas. La reina tuvo que llamar a formar gobierno de nuevo a Espartero.

La reforma decisiva de este periodo fue la Desamortización de Madoz (1855). El ministro Pascual Madoz expropió las últimas propiedades de “manos muertas”, las pertenecientes a instituciones (universidades, hospitales, hospicios, las estatales,…) pero sobre todo las tierras comunales o bienes de propios, como se conocían a las tierras de los ayuntamientos. Estas tierras eran usadas por los habitantes de un pueblo de dos maneras, o bien gratis, usando monte o bosque, para cazar, coger madera, recolectar frutos,… o tierras para cultivar que se arrendaban, de donde obtenían sus fondos los Ayuntamientos. Por tanto, sus consecuencias fueron: creación de fondos para paliar el déficit público y para dar un impulso trascendental a la red de ferrocarriles, por un lado, pero por otro, para los Ayuntamientos supuso la ruina total, y para los más desfavorecidos significó el fin de un recurso necesario para la supervivencia. Ahora, al privatizarlos, los menos pudientes no podían llevar a pastar sus animales, u obtener leña para el invierno, por ejemplo.
        En 1856 se creó una nueva Constitución, pero no llegó a ser promulgada, con lo que se la conoce como la Constitución non nata, es decir, “no nacida”. En ella se refleja plenamente el ideario progresista: soberanía nacional, limitaciones al poder de la Corona, vuelta de la Milicia Nacional, alcaldes elegidos por los vecinos y no designados por el gobierno central, Senado elegido por votantes y no por designación de la Reina, y tolerancia religiosa.
        Por último, también se promulgaron una Ley General de Ferrocarriles (1855) y una Ley de Bancos y Sociedades de Crédito (1856), de gran importancia, y que analizaremos en su tema.

Espartero, anteriormente regente, fue nombrado jefe de Gobierno
  
3.2 EL FINAL DEL REINADO DE ISABEL II


La inestabilidad del gobierno de Espartero dio paso a un Bienio Moderado (1856-8) liderado de nuevo por un militar, Narváez. En este se derogaron las reformas más avanzadas del periodo anterior, y se creó una ley de gran importancia, la Ley Moyano (1857), la ley educativa vigente sin muchos cambios hasta 1970. Establecía la enseñanza primaria en núcleos pequeños, la secundaria en las capitales de provincia y también regulaba la Universidad. De hecho, muchas facultades, institutos y colegios se establecieron, y siguen hoy, en edificios expropiados a la Iglesia. Hay que recordar que el nivel de analfabetismo en España era del 73%, de los más bajos de Europa. Del reinado de Isabel II datan los primeros institutos de las capitales de provincia, como el Bachiller Sabuco de Albacete (1839-40) o el Alfonso VIII de Cuenca (1844).
A continuación, comenzó el “gobierno largo” de O’Donnell, el militar que había derribado a los progresistas en el 56, con su nuevo partido, la Unión Liberal fundado en 1854. Como su nombre indica, intentaba eliminar las discrepancias entre moderados y progresistas, atrayéndose a los más progresistas de los moderados y los más conservadores dentro del progresismo. Se forma, así, el primer partido centrista que vamos a ver. Se mantuvo en el poder ininterrumpidamente desde 1858 hasta 1863, coincidiendo con una época de gran crecimiento económico y de expansión del capitalismo en España.

Leopoldo O'Donnell, nacido en Tenerife pero de familia irlandesa
        O’Donnell, gracias a este impulso económico, intentó de nuevo lanzar a España al plano internacional, con una serie de intervenciones exteriores denominadas “política de prestigio”:
§  Expedición a la Cochinchina (1858): enviada a Indochina junto con Francia, que quería establecer una colonia. No nos reportó beneficios.
§  Guerra con Marruecos (1859): tras la victoria de Wad-Ras, al mes se firmó la Paz de Tetuán (1860), cediéndonos el Ifni y una fuerte indemnización económica.
§  La Guerra del Pacífico, saldada con el bombardeo de los puertos de El Callao (Perú) y Valparaíso (Chile), por intereses económicos.
§  Reanexión temporal de Santo Domingo (1861-65).
§  Intervención en Méjico a favor del emperador Maximiliano, junto a Francia (1861).
Estas expediciones buscaban enardecer el espíritu patriótico de los españoles (lo logró la guerra marroquí), y potenciar nuestra presencia exterior, pero sólo logró demostrar nuestra debilidad militar y en política internacional, ya que sólo íbamos de mano de las grandes potencias.


Bombardeo del puerto chileno de Valparaíso
La corrupción económica y electoral acabó por derribar a O’Donnell, así que en el periodo 1863-68 se sucederán débiles y numerosos gobiernos de moderados y unionistas (la reina jamás iba a dar el gobierno por las buenas a progresistas y menos a demócratas), golpeados también por la crisis económica que se abatía sobre toda Europa 1865-6 (Valle-Inclán denominó a esta situación “la corte de los milagros”, ya que la reina cambiaba frecuentemente los gobiernos en espera de una solución milagrosa).  Ya tenemos los cimientos para un nuevo cambio: crisis económica y política).
El primer hecho significativo es la llamada “Noche de San Daniel” de 1865, una revuelta estudiantil que provocó 12 muertos y 200 detenidos motivada por la destitución de dos catedráticos de la universidad por haber criticado a la reina. Se produce así el distanciamiento entre los intelectuales y el moderantismo.
El intento llegó de mano de la fracasada sublevación del cuartel de San Gil (1866), saldada con la ejecución de más de 60 militares. Sin embargo, su artífice, Prim, nuevo líder de los progresistas, tomó nota de sus fallos, para no volverlos a cometer.


El fusilamiento de los sargentos del cuartel de San Gil
(lo que se ve junto a las cabezas es una marca de copyright, no un lazo)
La descoordinación de estos movimientos lleva a su fracaso, por lo que la oposición al régimen isabelino toma conciencia de que hay que colaborar para derribar a la monarquía. Ese es el fin del Pacto de Ostende (1866): a todos los grupos políticos desplazados del gobierno por Isabel II, republicanos, demócratas y progresistas se unen gran parte de los unionistas (la Unión Liberal estaba dirigida desde 1867 por el general Serrano, tras la muerte de O’Donnell).

3.3 CASTILLA-LA MANCHA EN LA ÉPOCA DE ISABEL II


Ya hemos ido hablando de ciertos acontecimientos en esta época relacionados con nuestra comunidad. Los adjunto aquí de nuevo, creo que no hacen falta más, son los fundamentales.
-      Hacer referencia al carlismo (aunque ocurra durante su minoría) en nuestras tierras: las incursiones de Cabrera por Cuenca o la expedición de Miguel Gómez en el 36, que fue derrotado en Villarrobledo.
-      La construcción del canal de María Cristina, para desecar los pantanos en torno a Albacete.
-      La creación de los institutos de secundaria, como el Sabuco de Albacete y el Alfonso VIII de Cuenca.
-      La publicación del manifiesto de Manzanares en dicho pueblo de Ciudad Real.
-      Espartero nació en Granátula de Calatrava (Ciudad Real).

Aquí tenéis un vínculo para ver las constituciones completas, y otros recursos interesantes: